La pandemia desatada por la circulación de la COVID-19 ha develado la particular vulnerabilidad de las comunidades indígenas en la región, tal como ha ocurrido a lo largo de la historia de las epidemias. Basta ver los códices mayas que registran la transmisión de enfermedades traídas al continente por los españoles. A esto se suma que las comunidades indígenas, a lo largo de la región, tienden a ser geográficamente dispersas y remotas, lo que obliga a una particular atención en esta crisis.
Sin embargo, también desde épocas antiguas, las comunidades han demostrado la capacidad de hacer frente con sus propias herramientas, a las diferentes enfermedades y principalmente a la invisibilización de parte de los Estados. Resumiendo, han sobrevivido y lo siguen haciendo prácticamente solas.
Las comunidades indígenas mantienen vigentes modelos de organización social propios, ejerciendo su derecho a la autodeterminación, lo cual les permite fortalecer su tejido social organizacional de gobernanza indígena propia, que es base para el cuidado comunitario.
Propuestas comunitarias ante las crisis
Dentro del contexto actual de riesgo y crisis generalizada, los Pueblos Indígenas presentan diferentes propuestas comunitarias que han preservado su memoria ancestral: el cuidado de la vida y los territorios desde un enfoque integral basado en el respeto con la Madre Tierra, prácticas ancestrales de espiritualidad y conexión con el cosmos que todavía preservan sabios y sabias en cada comunidad viva.
Estas respuestas de los Pueblos Indígenas no solo son adecuadas, sino efectivas y muestran que, pese a sus limitaciones y dificultades, tienen la capacidad y la sabiduría para salvarse, tanto individual, como colectivamente. Lo principal es la preservación de las comunidades en su conjunto.
Así por ejemplo, muchas comunidades han impedido el contagio del virus gracias a las medidas sanitarias de vigilancia, apoyo alimenticio y solidario, también atienden la urgencia y abren posibilidades de estrategias hacia futuro, lo cual es una enorme lección en términos de cooperación sur – sur entre Pueblos Indígenas. En resumen, la crisis ha permitido que se haga integración desde los pueblos.
Diferentes medidas de resiliencia, ejemplos de buenas prácticas en comunidades indígenas
Es común encontrar evidencias de que la población indígena se ha enfrentado históricamente a situaciones de exclusión, de discriminación y a la falta de acceso a servicios de calidad que además sean culturalmente apropiados. Sin embargo, muy poco se habla de la creatividad, resistencia y organización que han desarrollado y ponen en práctica en estas situaciones de crisis máxima.
Al respecto, en el segundo informe regional del FILAC: “Comunidades en riesgo y buenas prácticas” se encuentra registrada una gran cantidad de medidas adoptadas a nivel comunitario para enfrentar los efectos del virus. Este informe da cuenta de las siguientes:
Producción y divulgación de información sobre el impacto del COVID-19, organizaciones de los Pueblos Indígenas han activado mecanismos de producción y divulgación de información sobre la propagación del virus entre sus poblaciones y comunidades.
En México, las organizaciones indígenas, junto a las radios comunitarias, colaboran con el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas de México para promover cápsulas informativas de prevención y cuidado traducidas a lenguas indígenas.
En Jujuy, Argentina, docentes de “Casira” en coordinación con la comunidad indígena, crearon cartillas para los alumnos de la zona, apoyando al cierre de la gran brecha tecnológica dentro de las comunidades indígenas campesinas.
Monitoreo de casos, presentan datos de fuentes directas sobre los casos de contagio en las poblaciones indígenas.
En Colombia, la Organización Nacional Indígena de Colombia ONIC cuenta con un sistema de Monitoreo Territorial geográfico para prevenir sobre los avances de la pandemia dentro de las comunidades indígenas, junto a los reportes que realizan las propias autoridades indígenas desde sus territorios, en acción coordinada con el Instituto Nacional de Salud de Colombia.
Medidas de contención y mitigación del impacto de la pandemia, cercos sanitarios, protocolos de movilidad social y seguridad, prácticas solidarias de distribución de alimentos, siembra de huertos, sistemas de medicina tradicional, incluyendo el fortalecimiento de los vínculos con los ancianos para poner en valor su conocimiento ancestral sobre medicina.
En Brasil, pese a ser el país más golpeado con la COVID-19, las comunidades indígenas campesinas de la Red de Intercambio de Tecnologías Alternativas de Belo Horizonte y Minas Gerais, crearon una red solidaria campo-ciudad para la donación de toneladas de alimentos provenientes de la agricultura familiar de producción agroecológica, junto a una red articulada de voluntarios y organizaciones colaboradoras.
En Chile las comunidades Indígenas Unidas de Wallmapu, realizan permanentemente difusión sobre medicina ancestral a través de redes sociales con dibujos y fotografías para el empleo de plantas locales para el tratamiento y prevención de síntomas de COVID-19, empleando canelo, peumo, colcolen, maqui y laurel.
Autonomía, independencia y autodeterminación política y territorial, control de sus territorios y población, sin esperar directrices de las autoridades oficiales.
En Guatemala, los 48 cantones Kichés de Totonicapán cerraron las entradas a su territorio a personas ajenas y se han organizado comisiones de atención para las diferentes necesidades emergentes de la pandemia.
En Colombia, la asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca dispuso de 980 guardias indígenas activos, a tiempo completo, para la vigilancia y protección de la comunidad.
Expresión práctica del paradigma del Buen Vivir, contiene tres dimensiones interrelacionadas para la conservación, adaptación y evolución de la vida de los pueblos indígenas. En esencia, todas las medidas adoptadas son respuestas sistémicas a una influencia del entorno (nacional y global) que amenaza y pone en riesgo la continuidad de sus vidas como personas y como colectividades.
En Paraguay, mujeres indígenas campesinas trabajan en la revalorización de alimentos naturales ancestrales como patrimonio inmaterial del pueblo Guaraní, como gastronomía para la liberación y la soberanía alimentaria, a través de campañas virtuales dentro del contexto de pandemia.
En Perú, Huancabamba, Piura, comunarios comercian con alcanfor, palo santo y miel para la elaboración de aceites esenciales y productos naturales, solventando su subsistencia durante esta emergencia sanitaria y cuidando la restauración del ecosistema.
Estas son solo algunas de las evidencias de resiliencia y sabiduría que han ido practicando las comunidades indígenas a lo largo de la región. Todavía tenemos mucho que aprender de ellas. Se sabe, que al momento aún no hay una cura para la COVID-19, pero también sabemos que recuperando esta sabiduría ancestral, podremos al menos retardar la expansión de este virus que se está llevando la vida de las poblaciones estructuralmente más vulnerables.
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