CONTRARÉPLICA/México.- Hace un par años trabajé en las comunidades indígenas de Polhó y Acteal ubicadas en Chiapas. Presencié la forma que tienen de ver la vida y la enorme riqueza cultural de la que son portadores; sin embargo, también pude ser testigo de las condiciones limitadas de servicios básicos que poseían y que, desafortunadamente, como otros pueblos y comunidades indígenas, los coloca en una situación de especial vulnerabilidad.
Según cifras de las Naciones Unidas, en el mundo, hay alrededor de 370 millones de indígenas en más de 90 países. En América Latina y el Caribe, los pueblos originarios representan más de 8.5 por ciento de la población y cerca de 30 por ciento de las personas viven en pobreza extrema, un contexto de pocas oportunidades laborales de calidad, acceso limitado a la atención de salud, a una alimentación suficiente y saludable, al agua potable y a otros servicios esenciales. Si a esta situación le añadimos la expropiación de sus territorios y sus recursos naturales “justificada” con programas gubernamentales y privados sin una consulta previa e informada, resulta clara la grave desigualdad social de un sector con el que se tiene una deuda histórica y que se potencializa frente a la pandemia que estamos viviendo. Pero ésta, ya es una experiencia conocida.
La conquista y expansión europea que se dio en el siglo XVI y se prolongó hasta iniciado el siglo XX, trajo consigo epidemias, como la influenza, viruela y sarampión, entre otras, que influyeron de manera profunda en la desaparición de una buena parte de los pueblos y comunidades indígenas.
El abandono, histórico, de la atención a la salud de este sector, se ha traducido en el incremento de padecer enfermedades como diabetes, desnutrición, mal nutrición, cánceres y cardiopatías como la hipertensión, situación que los coloca en una condición de pacientes catalogados de alto riesgo de mortandad ante el Covid-19.
La actual crisis de salud ocasionada por este nuevo coronavirus nos lleva a revivir momentos conocidos de la historia que marcaron a los pueblos originarios. Aunque los países están tomando medidas de información, prevención y mitigación ante esta pandemia, debemos preguntarnos si todos los esfuerzos están llegando a los pueblos indígenas frente a las barreras existentes de lenguaje, idioma y, especialmente, de acceso a los medios de comunicación que continúan centralizando la información a los contextos urbanos.
El grito de las comunidades que desde la conquista exigió justicia debe tener un eco que nos obligue a mirar hacia aquellos grupos que requieren de particular atención, y establecer medidas preventivas adecuadas, oportunas y efectivas en el marco de la actual crisis sanitaria que permitan atender las demandas frente al riesgo de la irreparable pérdida física y cultural de los pueblos y comunidades indígenas.
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Escrito por Diego Guerrero García
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