Fernando Gimeno, Carla Samon y Klarem Valoyes
Lima/Sao Paulo/Bogotá, 8 may (EFE).- La historia se repite para los indígenas de la Amazonía. Si antes fue la viruela, la gripe o el sarampión, ahora los habitantes ancestrales del pulmón verde del planeta se enfrentan al coronavirus nuevamente desprotegidos y vulnerables, pero esta vez han decidido no morir en silencio.
«Nuestro pueblo está muriendo, es devastador», lamentó a Efe el patriarca tradicional de la etnia kokama, Edney Samias, quien advirtió del riesgo de un «genocidio»; en caso de no recibir ayudas «urgentes» para frenar el avance del virus.
A pesar de las repetidas advertencias del peligro que corrían y de haberse aislado en sus territorios, la pandemia los ha alcanzado igualmente. Ya son 40 los indígenas fallecidos y 679 los contagiados por el COVID-19 en la Amazonía, según el registro de la Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA).
Las dramáticas consecuencias afloran implacables en la triple frontera de Brasil, Colombia y Perú sobre el río Amazonas. A cada lado se repite el mismo grito desesperado de auxilio.
En esta remota región de selva las fronteras son un ejercicio de imaginación. El control migratorio es casi nulo, y con esa facilidad el virus se ha extendido a tres bandas.
Samias, de 38 años, vive en Tabatinga, la ciudad de Brasil fronteriza con Colombia y Perú. Es parte del estado Amazonas, el de mayor número de indígenas de Brasil (168.700, según el último censo de 2010) y una de las regiones más golpeadas por el COVID-19, pues hasta el jueves registraba más de 800 muertos y más de 10.000 casos.
Junto a otros tres líderes kokamas, Samias firmó un comunicado divulgado recientemente por la Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil (APIB) en el que denunciaron el «racismo institucional» de las autoridades brasileñas, a las que acusaron de «negligencia y omisión» y consideraron sus acciones «insuficientes».
CUARENTENA POCO EFECTIVA
«Estamos afligidos y desesperados», aseveraron los líderes kokama, quienes señalaron que las dificultades de su pueblo para seguir el aislamiento social residen en su naturaleza de ser «una región fronteriza» con «gran movilidad terrestre y fluvial».
Los kokama fueron los primeros en confirmar un caso de coronavirus en un indígena brasileño, tras el contagio de una joven de 20 años el 25 de marzo pasado.
Ahora, según el último boletín de la Secretaria Especial de Salud Indígena (SESAI) del Ministerio de Salud brasileño, ya se han registrado 163 casos y al menos 12 fallecidos entre las comunidades indígenas del gigante suramericano, que posee aproximadamente dos tercios de la superficie total amazónica.
La mayoría se concentran en el distrito sanitario especial indígena (DSEI) Alto Río Solimoes, cuya sede es Tabatinga. Con 75 contagios y 7 óbitos, está por encima de los otros 34 distritos que integran el sistema de salud indígena brasileño.
DEFICIENCIA HOSPITALARIA
A ello se suma la deficiencia hospitalaria, pues en el Amazonas brasileño solo hay camas de cuidados intensivos (UCI) en su capital, Manaos, a cuatro días de navegación por río de Tabatinga, pero hace días que ya están saturadas, mientras el número de decesos también colocó su sistema funerario al borde del colapso.
Algunas aldeas indígenas cuentan con puestos de salud muy básicos y rudimentarios, pero el coronavirus requiere «hospitales de campaña» porque «llegar a Manaos es muy difícil», explicó Samias.
Esta adversidad se suma a la «incapacidad» de los centros sanitarios de «pasar información» a los indígenas, no solo por la barrera idiomática sino también por la demora en la comunicación.
«Mi padre está internado por COVID-19 y su pronóstico empeoró» pero «estamos sin noticias», a la espera de un nuevo «boletín médico» que llega cada día a las 11 de la mañana, relató el patriarca.
SIN UCIS EN EL AMAZONAS COLOMBIANO
Desde Tabatinga basta con cruzar una calle para pasar a Leticia, capital del Amazonas colombiano, donde el coronavirus ha afectado en 20 días a 418 personas de este departamento, que carece de unidades de cuidados intensivos (UCI) para adultos.
«Hay gente que no tiene para tomarse una acetaminofén para el dolor de cabeza o la fiebre. Si en Leticia no se ha respondido de manera eficiente, no me imagino las dificultades que hay en los corregimientos (caseríos)», dijo a Efe el coordinador de la Comisión Técnica Indígena, Omar Cubeo.
Las alarmas también están encendidas en los caseríos indígenas de la Amazonía colombiana, a los que solo se puede llegar navegando durante horas por caudalosos ríos o en avioneta. En algunos solo existe, con suerte, un pequeño puesto de atención de salud.
«Los médicos tampoco quieren ir a Leticia por la situación tan precaria, no tenemos cómo atender la emergencia», dijo a Efe la comisionada nacional de Comunicación de los Pueblos Indígenas de la Macroamazonia, Nely Kuiro. En Leticia incluso renunciaron una veintena de médicos por no contar con protección suficiente.
PRUEBAS ATRASADAS
Hace ocho días a Cubeo le practicaron en su casa una prueba de descarte de coronavirus, y desde entonces espera los resultados del examen sin que ninguna autoridad sanitaria vigile su caso.
«Hasta el momento no he sabido nada de los resultados. Nadie se ha acercado a hacer una evaluación de mi caso», denunció el líder indígena, que presenta notables síntomas de enfermedad respiratoria.
Las pruebas de esas regiones son enviadas a Bogotá por avión, pero, como los aeropuertos están cerrados, no se pueden mandar a diario.
«Las cifras se dispararon de un día para el otro. Leticia cuenta con un hospital cascarón que no sirve para nada. Hay 700 pruebas represadas y cuando se dan los resultados de una ya han pasado 20 días o un mes», agregó.
PREOCUPACIÓN CRECIENTE
La rápida propagación del virus es algo crítico para la Amazonía colombiana porque se trata de un departamento con una población pequeña, cercana a los 80.000 habitantes.
«Estamos realmente preocupados. La pandemia ha hecho ver la realidad y el abandono de los pueblos indígenas amazónicos. Es una discriminación con nuestra población», dijo a Efe el coordinador general de la Organización Nacional de los Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana (OPIAC), Julio López.
También preocupa que todavía se permita el tránsito de embarcaciones desde Brasil, desde donde creen que se han importado gran parte de los contagios.
Para la OPIAC, la única forma de evitar el contagio es aplicando un aislamiento total, como hicieron algunos líderes con sus comunidades, «pero ha sido muy complicado en las poblaciones indígenas en las que se tiene que coordinar con las autoridades nacionales», señaló López.
DENUNCIA POR «PELIGRO DE ETNOCIDIO»
Al otro lado del río Amazonas, en la orilla peruana, la región de Loreto, la más extensa del Perú, tiene más de 100.000 indígenas y es una de las más impactadas por el COVID-19. Hasta el jueves había 67 muertos, de ellos al menos dos nativos, y otros 1.666 contagiados.
Por ello, la Asociación Interétnica de la Selva Peruana (Aidesep), la mayor organización indígena a nivel nacional, denunció al Estado peruano ante el sistema de las Naciones Unidas por «peligro de etnocidio».
«No tenemos dónde ir. Hacemos un llamado para que manden médicos», reclamó a Efe con desesperación Francisco Hernández Cayetano, presidente de la Federación de Comunidades Indígenas Ticunas y Yaguas del Bajo Amazonas (Fecotyba), que habitan en la triple frontera.
FALTAN PRUEBAS EN PERÚ
El coronavirus se ha ensañado particularmente con los ticunas, un pueblo cuyo territorio ancestral quedó partido entre los tres países. En suelo peruano han muerto cinco en apenas tres días en la comunidad de Bellavista-Callarú, dos de ellos confirmados por COVID-19 y los otros tres con síntomas muy similares.
«Estaban con fiebre, tos seca y dificultad para respirar. La preocupación es grande porque en esta comunidad viven 3.000 personas», contó Hernández Cayetano, quien dos semanas atrás advirtió del riesgo tras confirmarse los dos primeros casos en el lado peruano de la triple frontera, concretamente en Santa Rosa.
Para Jorge Pérez, presidente de la Organización de Pueblos Indígenas del Oriente (ORPIO) de Perú, la falta de pruebas rápidas para determinar la causa de las muertes «pone de manifiesto la ausencia de una asistencia médica adecuada en la zona de frontera».
«Hasta la fecha no hay presencia médica adecuada para sostener la vida de los contagiados. Esta tiene que llegar con mucha rapidez a las zonas más alejadas donde hay muertes sospechosas de coronavirus porque la falta de información está generando mucha zozobra y malestar», dijo a Efe Pérez.
CONTAGIADOS POR AYUDAS ESTATALES
La sospecha es que se contagiaron cuando fueron precisamente a Santa Rosa, localidad ubicada en una isla en medio del río Amazonas frente a Leticia y Tabatinga, para cobrar en el banco el bono de 380 soles (unos 110 dólares) que el Gobierno ha entregado durante la cuarentena a los hogares más vulnerables.
Las ayudas sociales del Estado se han vuelto a la vez una amenaza para la población indígena de Perú. Además de las filas en los bancos, otro potencial vector de la enfermedad es el reparto de canastas de alimentos básicos.
Así ocurrió en Pucacuro, una comunidad achuar cerca de la frontera de Perú con Ecuador, donde varios nativos han presentado síntomas de COVID-19 después que una comitiva hiciera el reparto de alimentos con varios integrantes contagiados por el coronavirus.
Entre los infectados estaba el alcalde, que insistió en repartir los alimentos casa por casa bajo el argumento de que solo tenía una «simple gripe», según reportó el jefe de la comunidad, Emerson Mucushua. Otras comunidades vecinas le negaron el ingreso.
La comitiva llegó desde Iquitos, la capital de Loreto. La mayor ciudad de la Amazonía peruana es uno de los escenarios más trágicos del coronavirus en Perú, con sus dos hospitales completamente colapsados. Varios pacientes han fallecido mientras esperaban sentados a ser atendidos.
Precisamente en Iquitos hay 400 indígenas atrapados desde que se decretó la cuarentena, impedidos de volver a sus comunidades, y durante este tiempo al menos tres de ellos, de la etnia matsés, acabaron también infectados por el virus, relató Pérez.
COMPLICACIONES CULTURALES
Según la antropóloga y demógrafa Marta Azevedo, investigadora de la Universidad de Campinas (Unicamp), de Brasil, el «desafío es muy grande» entre las comunidades indígenas porque «existen una serie de cuestiones culturales que serán muy difíciles de superar».
«El simple hecho de usar la máscara o de separar a una persona enferma del resto es algo muy complicado», señaló Azevedo en una entrevista con Efe.
Tras sentirse desamparados y considerar que sus ruegos a los Gobiernos nacionales caen en saco roto, los indígenas amazónicos han hecho una llamada de auxilio a la comunidad internacional para reunir ayuda económica y reivindicar sus derechos.
La COICA, que representa a los nativos de los nueve países de la cuenca amazónica, lanzó este miércoles una campaña para un fondo de emergencia donde espera reunir 3 millones de dólares para medicamentos, alimentos, protección y seguridad.
Apelar a la solidaridad internacional es el último recurso para los 3 millones de indígenas que habitan la Amazonía, donde el coronavirus se une a las demás amenazas persistentes en la selva como la contaminación, la invasión de tierras y la tala ilegal. EFE
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