CADENASER/Colombia.- El coronavirus no entiende de fronteras. La pandemia avanza imparable hacia los 300.000 muertos y casi 4 millones de contagiados en todo el mundo. No parece querer darnos tregua.
Mientras Europa se encuentra con las fronteras cerradas y millones de ciudadanos confinados en sus hogares, este “diminuto ser” está empezando a destruir a cientos de pueblos indígenas en América Latina. Estos pueblos son, sin duda, uno de los segmentos más vulnerables: “Están condenados a desaparecer si no se les ayuda urgentemente,” afirma nuestra invitada.
En A Vivir hemos charlado con Ruth Chaparro, subdirectora de Fundación Caminos de Identidad (FUCAI), socia local de Manos Unidas en Colombia, una organización que trabaja con 62 comunidades indígenas de las 115 que hay en aquel país. Dichas poblaciones son un eslabón fundamental en la gestión de ecosistemas y en la preservación de una cultura ancestral. No son protagonistas de un pasado romántico, ni tampoco piezas de museo, son poblaciones que mantienen una fuerte vitalidad y que conservan una cultura centenaria: “La Humanidad pierde una gran riqueza si estas poblaciones desaparecen”.
Estas comunidades ya están en alerta máxima ante la pandemia del COVID-19 porque han aparecido los primeros contagios. En este marco de emergencia sanitaria el gobierno colombiano debería estar tomando las medidas adecuadas para garantizar su salud y su supervivencia pero las ayudas se demoran. Faltan medicinas y alimentos y por ello, ante el temor al contagio, miles de familias indígenas han decidido confinarse: “No se van a sentar a morir, van a luchar hasta el final. Saben que importan muy poco, que su salvación depende de ellos mismos y por ello están poniendo medidas”.
La Amazonía se muere
Charlamos con dos líderes indígenas brasileños, Celia Xakriabá y Erisvan Guajajara, sobre la deforestación del Amazonas y el exterminio de sus tribus
El azote de la enfermedad no se circunscribe a este país. El río Amazonas puede convertirse en una gran ruta de contagio, este gigante de más de 6.500 kilómetros atraviesa tres países: Perú, Colombia y Brasil. El Amazonas es el principal medio de comunicación para las poblaciones que habitan su cuenca y, por tanto, un importante canal de contagio que amenaza a más de 400 comunidades ribereñas. De momento no hay una estrategia conjunta, el río conecta a esta región como un todo y necesita urgentemente medidas integrales. Los primeros contagios están poniendo de manifiesto la precaria situación sanitaria en la que viven estos pueblos y los hospitales no tienen los recursos suficientes para atender una emergencia de esta magnitud. “El coronavirus está sacando a flote las desigualdades en Colombia y en el mundo, en general. Ojalá aprendamos de todo esto”, comenta Chaparro.
El abandono de estas poblaciones tiene un motivo mucho más oscuro: poderosos intereses económicos. El bosque tropical más grande del planeta está muriendo a causa de la deforestación. Las cifras son alarmantes. El Amazonas ha perdido 47 millones de hectáreas en los últimos 33 años, solo en agosto de 2019 se destruyeron alrededor de 2,5 millones. Los responsables de esos incendios son las empresas madereras, el avance de la ganadería y el cultivo de la soja. Las cifras confirman la magnitud de la catástrofe, una tragedia que no podemos permitirnos en medio de una crisis climática global. Pese a todo, tras la tragedia, Ruth extrae una lección y nos lanza un mensaje optimista: “El coronavirus ha venido a educarnos, a enseñarnos lo que no queríamos ver, todo esto nos va a servir para reflexionar. Estábamos viviendo demasiado deprisa, de una forma muy egoísta, y este diminuto ser va a conseguir que paremos y pensemos que todos somos vulnerables. La solidaridad con los demás y con la madre Tierra es lo único que nos salvará».
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