Nugkuag: El hombre que cuida de sus hermanos

Colabora: Administrador

Publicado: 13 May, 2020

EL PERUANO/Perú.- Danny Nugkuag es uno de los especialistas del equipo social del Ministerio de Cultura. Ahora, en tiempos de la emergencia nacional por el coronavirus, vela por los shipibo-konibo en tránsito por Lima hacia sus comunidades de origen.

  1. No es el mismo hombre con quien hablé la semana pasada. Danny Nugkuag contesta hoy el teléfono con voz apagada. Desde las ocho de la mañana, ha acompañado a la Ministra de Cultura, Sonia Guillén, y a la presidenta del Comando de Operaciones Covid-19, Pilar Mazzetti por Cantagallo, la comunidad shipibo-konibo ubicada entre el Barrios Altos y el Rímac, a orillas del río Rímac, donde viven alrededor de 1,500 personas entre los residentes y los que están de paso. 

El integrante del equipo social del Ministerio de Cultura (Mincul) ha coordinado con los dirigentes de esta etnia amazónica para la realización de un segundo lote de pruebas rápidas de despistaje del coronavirus. Los resultados son alarmantes y eso entristece a Nugkuag, preocupado por sus “hermanos” shipibo-konibos.

Pertenece a la etnia awajun, pero la palabra “hermanos” es demasiado importante en todos los pueblos originarios. Las autoridades han acordado que los casos más críticos de covid-19 reportados serán llevados a la Villa Panamericana en Villa El Salvador, me dice.

Veinticuatro horas atrás, los medios de comunicación y las redes sociales daban la noticia de tres fenecidos por la pandemia que nos azota.

Uno era “socio” de la comunidad y vivía en un cuarto alquilado al otro lado de la Vía de Evitamiento, donde falleció. Otro, alquilaba una habitación en el corazón de Cantagallo. El tercero era un artista que trabajaba en la región Cusco y estaba en Lima rumbo a su comunidad. “Él estaba un delicado de salud, y aquí, en Cantagallo, tuvo su deceso”, cuenta Nugkuag.

  • Por estos días, su labor es brindar apoyo y kits de alimentos a las familias de los pueblos indígenas que se encuentran varadas en Lima, desde que se inició el estado de emergencia.

La solidaridad existe y los shipibo-konibos de Cantagallo con sus dirigentes, han acogido a la mayor cantidad: 570 personas, pertenecientes en su mayoría a su propia etnia; son “parientes” y “paisanos” que vienen en tránsito desde la región Ica y ahora cuentan con un espacio cedido por los hermanos en lo que dure su situación.

Ellos se fueron al sur iqueño obligados, porque en su región, Ucayali, no hay oportunidades laborales. En cambio, los fundos de Ica necesitan manos de obra para las distintas campañas agrícolas.

“Cantagallo tiene limitaciones. No tenemos electricidad, agua potable, servicios básicos. La inmovilidad social obligatoria ha tenido un impacto negativo muy grande sobre todo para las mujeres, que se dedican a la artesanía, a las pinturas, sus telares, y se desplazaban por distintos distritos de Lima ofreciendo sus productos. Con la cuarentena, muchos artesanos han visto recortados su ingreso económico y no pueden mantener a sus familias”, comenta.

Al inicio de la pandemia, Nugkuag contactó con la Municipalidad de Lima y el alcalde de Lima, Jorge Muñoz, visitó Cantagallo. Se comprometió –y cumple- en entregar una cisterna diaria a la comunidad; les brindó víveres; a ello se sumó la empresa privada, que entregó mil pollos. Algunos vecinos también han sido beneficiarios del bono del Gobierno. 

Por ello, el Mincul e Indeci se enfocaron en ayudar a las personas en tránsito, que no recibían nada. Les dieron kits de víveres por familia, también se realizó un primer despistaje del covid-19, a través de la prueba rápida.

“En las primeras pruebas no se había identificado a ninguna persona con la enfermedad, pero en las pruebas hechas el 2 de mayo algunas personas dieron positivo y se les ha pedido que guarden el distanciamiento social en sus casas y en los cuartos que alquilan en Cantagallo”.

Cuenta Nugkuag que muchos de ellos están utilizando plantas medicinales, entre ellas el eucalipto, lo toman o hacer una suerte de baños de vapor para oxigenarse y limpiar el espacio. Es una forma que tienen para hacerle frente al mal iniciado en Wuhan, China, el verano que se fue.

  • El pueblo shipibo-konibo, me dice, es uno de los más organizados: el Consejo Shipibo-Konibo y Xetebo (COSHIKOX), con sede en Pucallpa, ya cumplió con enviar la lista de casi dos mil personas que necesitan volver a sus lugares de origen; envió también los requisitos que le exigían los gobiernos regionales de Lima, Ica, Ucayali, y al Mincul.

“Cumplimos porque entendemos que en el retorno tiene que garantizarse dónde van a pasar la cuarentena estas personas en Pucallpa, es algo que Ucayali está resolviendo”.

Por eso le incomoda la actitud de un grupo de 50 personas, quienes llegaron el fin de semana a Cantagallo desde Ica, Paracas, Cañete, Pisco (en la región Ica calcula que hay alrededor de 800 shipibo-konibos esperando retornar a sus pueblos) y ayer tomaron la decisión de avanzar hasta Chosica y, de ahí, haciendo transbordos, piensan llegar hasta Ucayali.

Nugkuag está preocupado porque quienes han decidido volver por su cuenta debían de contar con el OK del Indeci; debían de realizarse las pruebas rápidas antes de abordar el bus (de acuerdo a los protocolos solo viajan quienes salen arrojan resultados negativos) y, al llegar a Pucallpa, deben de contar con el espacio acondicionado para pasar la cuarentena y “no trasladar el problema a otro lugar”. “No hay aseguro”, dice, el viaje informal de estas personas lo único que hace es poner la situación más crítica.

Recuerda que cumpliendo los requisitos ya salieron grupos que volvieron “de manera formal” hasta sus pueblos en Ucayali, y los próximos grupos tendrán el mismo mecanismo, garantizando los temas de bioseguridad. Los que partieron hacia Chosica lo sabían, pero no quisieron esperar.

  • Danny Nugkuag Cabrera -la “g” de su apellido paterno se pronuncia como “n”, en awajun- es de la comunidad nativa de Napuruka, en la provincia de Condorcanqui, Amazonas. Llegó a Lima de niño y la educación secundaria la hizo la institución educativa Hermano Anselmo María, del distrito de Breña. Después estudió Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Garcilaso de la Vega. 

“Mi mundo ha girado siempre entorno al mundo de los pueblos originarios”, me dice el abogado awajun. Su padre, Evaristo, es dirigente indígena y mientras crecía, Danny aprendía sobre las actividades y las luchas de los líderes de las organizaciones indígenas, a nivel nacional e internacional. “Eso caló en mí; me dio conocimiento e interés en ayudar a un ‘hermano’”, dice.

Por eso, se alegra cuando los dirigentes de distintas regiones de la Amazonía o de Cantagallo lo llaman cualquier día de la semana, de madrugada o muy noche para hacerle alguna consulta, sin horarios de oficina. Eso significa que le tienen confianza. Lo cual es muy valioso.

  • Desde hace seis años, integra el equipo social del Viceministerio de Interculturalidad. Es una labor casi invisible para las grandes mayorías, pero indispensable para el país.

“Lo que vemos son situaciones de alerta, de emergencia; situaciones críticas en territorio de pueblos indígenas y los diferentes lugares del país”, resume su labor, el abogado de 42 años de edad.

Las emergencias se multiplican, desde las naturales, como sismos o los huaicos; hasta una creada por el hombre, como un derrame de petróleo.

Nugkuag opina que muchas situaciones de conflicto social entre los pueblos indígenas y una empresa de hidrocarburo o una institución del Estado se dan por la falta de “un buen diálogo intercultural”. “Muchas veces también hay compromisos que no se han cumplido, esta situación cala bastante en los pueblos indígenas”, recuerda.

Entonces, cuando hay espacios para dialogar, la Presidencia del Consejo de Ministros convoca al Mincul, y Nugkuag, participa; entiende la problemática, expone con claridad la mirada de los pueblos  indígenas; con su labor trata de cerrar la brecha de desconfianza entre los dialogantes.

En el 2016, por ejemplo, se dieron varios derrames de petróleo que perjudicaron a varias comunidades de la Amazonía peruana. En esas circunstancias los pueblos indígenas exigen la presencia del Estado para que se atiendan un conjunto de demandas que no tienen que ver con el daño ecológico, como mejorar la posta médica, el colegio sus problemas sociales.

“Muchas veces, el Estado quiere atender lo inmediato pero hay una agenda que se debe de saber escuchar. Se debe de atender sus demandas de manera honesta y sincera para recobrar la confianza de los pueblos amazónicas; explicar qué se puede hacer de la mano con ellos y qué medidas solucionarlas a largo plazo”, explica.

Cuando en febrero de ese año en la comunidad de Mayuriaga, en el Datem del Marañón, los nativos secuestraron un helicóptero y sus 12 tripulantes y pasajeros exigiendo el diálogo, el Mincul lo comisionó. Lo primero que hizo Nugkuag fue contactarse con el apu de la comunidad, y éste le autorizó a ingresar a la comunidad para conversar. Luego se logró un acuerdo que respaldó la presencia del presidente de Petroperú en persona.

En Mayuriaga nunca temió por su vida, porque “en los pueblos indígenas la palabra vale mucho; es muy distinto que uno se aparezca sin avisar a nadie, hubiera sido un caso invasivo”.

  • Cuando hace un año cuatro niños de la comunidad asháninka Alto Saweto se perdieron cuando retornaban por el bosque de visitar a sus familiares en otro pueblo, en el Brasil, Nugkuag calculó los días y estuvo seguro que ellos volverían. Mientras, en representación del Mincul, llegó a Pucallpa y coordinó con la policía, con la Diresa y la Defensoría del Pueblo, las acciones. 

“Yo tenía la confianza de que volverían porque uno en su bosque es como una persona en su ciudad: uno identifica los lugares seguros e inseguros; conoce los animales, el río, los insectos, las frutas, uno puede desenvolverse, porque tiene el conocimiento que le han dado sus abuelos, sus padres. Estos niños querían cortar camino y al momento que quisieron volver ya se habían distanciado y les agarró la noche. La hermanita mayor fue la heroína, ella mantuvo a buen recaudo a sus hermanos y los alimentó con frutos”.

Confianza y conocimiento. Esos son los secretos.

(FIN)

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