La “pandemia” desatada por la circulación del covid_19 en todo el mundo nos lleva a pensar como una vez más una enfermedad wigka como el coronavirus se despliega en forma simultánea al avance territorial extractivista de occidente.
Este proceso de enfermedades emergentes, traídas y contraídas en territorios diversos y específicamente en territorios indígenas se inicia en periodo de conquista y colonización. En el presente inmediato del periodo de acumulación extractiva muestra una fase cruel y destructiva que intensifica las desigualdades que atraviesan a la sociedad indígena.
Sostener que esta es una enfermedad wigka o wigka kuxan que tiene impacto dramático para los Pueblos indígena no supone concebir que como indígenas, como mapuche estamos exentos de enfermedades y somos ajenos a estos procesos que “afectan” a la diversidad de vidas. Más bien nos permite destacar que la continuidad radica en cómo estos sucesos se dan en el contexto de perdida de nuestra autonomía y libre determinación en relación con los territorios.
Esto último, implica la conocida y siempre crítica situación territorial de las comunidades en términos de personería jurídica y acceso. Y respecto de lo que nos preocupa en este momento que es la imposibilidad del ejercicio de nuestra espiritualidad y nuestros conocimientos medicinales, así como las restricciones en la recolección y uso del baweh.
Ejemplos de estas restricciones se dan en las limitaciones para la entrada de medicina en las aduanas argentino- chilenas que se reformo recientemente pero que en estos tiempos se expresa en el cierre de las fronteras y la prohibición de circulación. Estas limitaciones al ejercicio de nuestra autonomía que es de larga data en las realidades indígenas en la actualidad se combina con situaciones de extrema pobreza, vulnerabilidad socioeconómica, cultural y lingüística.
Estas condiciones se expresan en muertes por mal nutrición de niños indígenas en el norte del país hasta el aumento de casos de cáncer acá en el sur en comunidades mapuce y criollas asediadas por el fracking y la megamineria Esta enfermedad, la cuarentena, la intervención y el control estatal sobre la vida significo el aumento de prácticas persecutorias y racistas que ponen a los indígenas como sujetos de reprimenda.
Como mapuce en la ciudad las posibilidades de circulación para resguardo territorial y/o acceso al territorio no está prevista ni garantizada por las normativas vigentes. A esto se suma que la mayoría de la población mapuce en Neuquen se sostiene en el trabajo independiente o dependencia precaria sin estabilidad económica lo que hace de la cuarentena un momento “critico” que dificulta las posibilidades de asegurar el sustento diario. Quizás el aspecto más relevante y menos referido es que esta “pandemia” es la explicitación de la ruptura de equilibrio en la relación entre pu newen y pu ce.
La poca importancia que occidente otorga a los vínculos entre las personas y las demás fuerzas se traduce en la persistente “incredulidad acerca de la capacidad de agencia y autonomía que estas fuerzas tienen”. La poca consideración de estos vínculos como constitutivos de la posibilidad de vida en Waj Mapu son coherentes con estas posturas que sostienen que la humanidad es el verdadero virus.
Este pensamiento oculta la posibilidad de pensar un modo de vida vinculante, de cohabitabilidad entre pu ce y demás vidas. Esta forma de pensar niega la posibilidad de considerar que otro modelo económico y de “desarrollo” es posible. Estas ideas ocultan las responsabilidades del modelo económico imperante “capitalismo extractivista” en el arribo a este estado de situación. Todo esto que decimos no es de hoy, no es nuevo, lo venimos denunciando hace tiempo y también venimos ejerciendo derecho, identidad y cultura por ejemplo cuando escuchamos el llamado del Pijan Mawiza y comenzamos a ejercer como pueblo una ceremonia que nos reúne cada año.
Esta pandemia que restringe la movilidad de personas individuales y colectivas y que intenta además administrar nuestros tiempos y organizar nuestras rutinas diarias está imposibilitando los acompañamientos que las autoridades espirituales mapuce acostumbran a realizar a otras comunidades y personas mapuce que atraviesan situaciones particulares.
Los permisos de circulación que los estados habilitaron en tiempo de emergencia no consideran particularidades culturales- étnicas y menos aún las realidades locales que suponen grandes distancias que separan a las comunidades mapuce de los pueblos y con otras comunidades. Esos permisos exigen algunos requisitos que nuestras pillankuse, nuestros logko no pueden cumplir como definir un domicilio en el que se despliegue a la actividad y contar con un vehículo propio como movilidad.
Estos criterios homologan las características de las comunidades indígenas a las de otros agrupamientos por ejemplo los religiosos. Este periodo de reclusión obligatoria en el que se sostiene el slogan nos cuidamos entre todos, nosotros decimos es imposible hacerlo si no tenemos acceso a algo tan vital como el agua. En nuestra comunidad el agua es una “necesidad” no resuelta y a pesar de ello seguimos proyectándonos construyendo los espacios comunitarios y gestionando nuestras demandas en todos los ámbitos que podemos.
Sabemos que nos somos los únicos, en el barrio en el que nos ubicamos en la meseta de Neuquén que se vende como el lugar para la expansión de la ciudad los vecinos de Colonia Nueva Esperanza hace tiempo padecen la falta de agua entre otros servicios no garantizados. Mientras las disputas territoriales entre los municipios, la provincia y nación siguen creciendo.
Por eso nos incomoda la insistencia en que algunos sectores sostienen “todo va a pasar” cuando sabemos con clara seguridad que las familias y comunidades que hoy padecen los estragos de la cuarentena seguirán viendo insatisfechas sus necesidades e incumplidos sus derechos. Decimos entonces que esta situación evidenció más aún las desigualdades sociales y culturales y creo la necesidad de pensar la salud de manera integral al prevenir o prepararnos para enfrentar todo tipo de pandemias. Cuando planteamos que la salud mapuce o la salud de los pueblos originarios son integrales es porque están basados en nuestra cosmovisión.
Se tiene en cuenta el entorno natural donde se vive, la relación de los seres humanos con el espacio, con el aire, con el agua, etc.» Para el Pueblo Mapuce la salud está relacionada con el equilibrio-desequilibrio en los distintos planos de la vida de las personas. El sistema de salud mapuce contempla y atiende el plano espiritual, emocional, mental y físico; esta concepción se relaciona directamente con las condiciones del entorno territorial en el cual vivimos, con las conductas y forma de vida.
Y en ese sentido creemos en que los ciclos de enfermedad no pueden pensarse como hechos azarosos, sobrenaturales ni producto de intervenciones divinas. Sino como derivados de acciones y decisiones humanas que van en desmedro de de las demás vidas y comprometen el bienestar de la mayoría y esto es así en el presente, pero también en el pasado y el futuro. Vemos con preocupación la quietud social y la aceptación sin más de todas las restricciones que se nos imponen.
Sabemos sin embargo que los movimientos sociales y los activistas se siguen movilizando, reclamando, demandando y ejerciendo derechos. Quizás hoy sea con la tecnología como intermediaria y con cada herramienta que nos siga habilitando acompañamientos solidarios, comprensivos y amorosos de esos que tanto necesitamos.
Cristina Valdez, Piren Huenaiuen, Pety Piciñan. Kimeltucefe lof Puel Pvjv.
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