EXPRESO/Perú.- El Perú es uno de los pocos países pluriculturales que en lugar de buscar la asimilación de sus pueblos originarios apostó constitucional y legalmente por su preservación. No solo debemos sentirnos orgullosos de que ellos formen parte de nuestra riqueza cultural, sino también de que sean los principales guardianes de nuestras tradiciones y conocimientos ancestrales. Constantemente nos recuerdan la necesidad de proteger la variedad de nuestros ecosistemas, de los que también nos sentimos orgullosos.
En el pasado, los pueblos originarios de nuestro país tuvieron que enfrentar en sinfín de problemas. Desde la explotación irracional de los recursos naturales y la destrucción de sus territorios comunales por causa de la minería o la tala ilegal hasta su desintegración por someterse a nuevas formas de esclavitud en los campos totalitarios de los rezagos de organizaciones narcoterroristas como Sendero Luminoso que todavía operan. Pero en el presente sus problemas se agudizan debido a su peligrosa exposición a la pandemia del Covid-19. Con la agravante de que, a diferencia del resto de la población, ellos conforman uno de los sectores más vulnerables debido no solo a las limitaciones de los servicios de salud, sino también por sus condiciones inmunológicas.
La mayor protección debería concentrarse en aquellos pueblos originarios nómadas que están en situación de aislamiento voluntario y que inclusive conviven entre la triple frontera Perú, Brasil y Colombia. Urge entonces un esfuerzo transnacional de prevención y protección para evitar que la pandemia se extienda hasta las zonas vírgenes de estas poblaciones y se cobre las vidas de miles de sus moradores. Pero si este esfuerzo no es suficiente, se podría recurrir a las instancias supranacionales para promover la integración efectiva de tales esfuerzos.
Hay que recordar que existen precedentes de responsabilidad internacional de los estados por la muerte de los integrantes de estas comunidades originarias a partir del descuido de su atención médica en problemas comunes de salud como la enterocolitis, deshidratación, tétanos, sarampión, gripas, neumonía y bronquitis, todas ellas enfermedades razonablemente previsibles, evitables y tratables inclusive a bajo costo (Sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos recaída en el Caso Comunidad indígena Yakye Axa vs. Paraguay).
En el Perú no se conocen las medidas adoptadas para apoyar a las poblaciones originarias que se dedican principalmente a la actividad turística que ha quedado paralizada. De aquí que sea motivo de preocupación la subsistencia de quienes ya no pueden comercializar tejidos, cerámica, pintura o brindar servicios, por ejemplo, de orientación como guías turísticos o de hospedaje rural o vivencial. El hecho de que las culturas de estas comunidades no sean predominantes no debe significar que se les preste una menor atención o se las deje abandonadas a su suerte.
Escrito por Ana Calderón Sumarriva
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