La pandemia no detiene el éxodo de los waraos (II)

Colabora: Administrador

Publicado: 3 Ago, 2020

EFECTOCOCUYO/Venezuela.- En medio de la pandemia por la COVID-19, prosigue la travesía de más de 500 kilómetros, desde Delta Amacuro hasta Brasil, que han emprendido miles de waraos en busca de mejores condiciones de vida.

Comenzaron a migrar hace 55 años por políticas de control hidrográfico, como el cierre de Caño Mánamo, que alteraron su hábitat. También por epidemias como el cólera, la malaria y el sarampión que les causaron mayores estragos que a cualquier otro sector de la población venezolana. Sin embargo, por la profundización de la emergencia humanitaria compleja en Venezuela el éxodo warao aumentó.

Hasta 2016 se calculaba que la población warao, la segunda etnia más numerosa del país, sumaba aproximadamente 30.000 personas. Cuatro años después, hasta mayo de 2020, Acnur registró aproximadamente 3.300 waraos en Brasil. La cifra constituye 66% de los indígenas venezolanos que han huido a ese país.

La cuarentena nacional que se mantiene en Venezuela desde el 17 de marzo acarreó mayores dificultades para las comunidades waraos, mayoritariamente asentadas en el estado Delta Amacuro.

La restricción del comercio y transporte de alimentos es la mayor preocupación de la Pastoral Indígena del Pueblo Warao, una congregación de sacerdotes y laicos de la Consolata que convive con los indígenas. Algunos waraos tienen sembradíos de ocumo o plátano, pero su consumo único y repetido les causa problemas estomacales.

Por si fuera poco, ingieren agua contaminada por el proyecto de minería a gran escala que impulsa el gobierno de Nicolás Maduro, el Arco Minero del Orinoco, que también mermó la actividad pesquera.

El hambre que sufren los waraos fue documentada en 2019 por el Programa Mundial de Alimentos: Delta Amacuro, donde se concentra la mayor parte de la etnia, es el estado de Venezuela con mayor índice de inseguridad alimentaria, 21%.

La ocupación Ka Ubanoco, en el estado brasilero de Roraima, es una construcción inconclusa de un club para los policías de Boa Vista. Foto: Bruno Mancinelle

Muchos waraos se ven obligados a navegar en curiaras durante cuatro o cinco días hasta llegar a la población Barrancas, en el estado Monagas, a 149 kilómetros de distancia, para abastecerse de productos de primera necesidad. Esto sin contar que el comercio en esas zonas solo se maneja con dinero en efectivo, que también escasea en Venezuela, o en dólares a los que la mayoría de los waraos no tiene acceso.

Aún en el contexto de la pandemia y las restricciones de movilidad en Venezuela, la migración de los waraos ha Brasil no cesa. El procurador del estado de Paraíba, José Godoy, precisó a Salud con Lupa que antes de la pandemia había 70 waraos en esa entidad federal. A la fecha de la entrevista, 3 de julio, eran 300. La mayoría está en Campina Grande, precisó el funcionario.

Desconocimiento y falta de médicos

Desde la Pastoral Indígena consideran que 80% de las comunidades de la etnia desconoce la gravedad del nuevo coronavirus y cómo prevenirlo. Además, no cuentan con una infraestructura lista para enfrenar un posible brote.

Por ejemplo, en el municipio Antonio Díaz, uno de los cuatro que integran el estado Delta Amacuro, existen tres ambulatorios tipo II para atender a más de 500 comunidades. Allí no hay médicos permanentemente; apenas personal de enfermería que no cuenta con los insumos para atender casos de COVID-19.

El pasado 12 de mayo la diputada y presidente de la Comisión Permanente de Pueblos Indígenas de la Asamblea Nacional, Gladys Guaipo, aseguró que “el coronavirus está causando muertes en los hermanos waraos venezolanos y no figuran en las estadísticas nacionales”.

Un mes y 10 días después, la Dirección de Salud del estado Delta Amacuro afirmó que ninguno miembro de la étnia warao se había contagiado de COVID-19.

Al 25 de julio las autoridades reportaban solo 37 personas que contrajeron el virus en la entidad.

Un gobierno que no entiende ni atiende

Para los wisidatu, los curanderos waraos, el nuevo coronavirus, al igual que el VIH/Sida. Es una jebu, una enfermedad que afecta a muchos y que proviene de un mal viento. Y creen que una jebuse cura con la joa, un canto ritual

iji majanoko wanaka, ji majanoko wanaka…
(No toques mi casa, no toques mi casa)

Dibunokoneijikemonaru, kemonaru.
(Escucha y vete lejos de nosotros, vete lejos de nosotros).

El warao Epifanio Moreno es el autor de esta joa, que fue recopilada y traducida por el sacerdote Josia Kokal. Es un ruego que pareciera ignorado, o al menos incomprensible, por las autoridades venezolanas.

En el total de 218 notas de prensa publicadas entre el 9 de marzo y el 25 de julio en el sitio web covid19.patria.org, a través del cual el gobierno nacional informa sobre la pandemia, no aparecen, ni una vez, las palabras indígena, warao o alguna otra que sugiera políticas públicas diferenciadas para prevenir la COVID-19 en los 55 pueblos indígenas de Venezuela.

Aunque no está reportado en el sitio web oficial, el 20 de junio el ministro de Comunicación e Información, Jorge Rodríguez, reportó nueve indígenas pemones infectados de COVID-19.

En la página web del Ministerio de Pueblos Indígenas invitan a leer un libro titulado “Consejos basados en la ciencia del manual de prevención de coronavirus que podrían salvar su vida”. Es la traducción al español de un texto atribuido a científicos chinos. Queda pendiente la traducción a los idiomas indígenas para garantizar que el mensaje llegue a sus principales destinatarios.

El último boletín del Grupo de Trabajo Socioambiental de la Amazonía Wataniba, publicado el 7 de julio, indica que 652 contagios registrados oficialmente por el gobierno venezolano hasta el 28 de junio corresponden a estados amazónicos con presencia indígena: Bolívar (96%), Amazonas (2,5%) y Delta Amacuro, este último donde habita la mayoría de los waraos, (1,5%).

Wataniba reporta que una persona del pueblo warao contrajo COVID-19. Sin embargo, el caso no está precisado en los registros oficiales de las autoridades venezolanas.

Acnur ha alertado sobre la vulnerabilidad extrema de los waraos ante la COVID-19. La ONU y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en una declaración conjunta, instaron a los Estados a la región a brindar atención sanitaria prioritaria y diferenciada a los indígenas de la Amazonía.

Gran parte de los waraos que están en  Ka Ubanoco son niños, niñas y adolescentes. Foto: Bruno Mancinelle

Del sida a la COVID-19

Sin embargo, el gobierno de Nicolás Maduro ni siquiera se ocupa de la mayor amenaza para la salud y la vida de los waraos antes del surgimiento del nuevo coronavirus: el VIH/Sida.

El estudio científico más reciente, realizado en octubre de 2019 con el patrocinio de Onusida, indica una prevalencia del VIH de 2,69% en tres comunidades: San Francisco de Guayo, Jobure de Guayo y Murako. El promedio de prevalencia de VIH en Venezuela es de 0,1%.

Esas tres comunidades estaban incluidas en un estudio que se realizó en 2013 y que alarmó a la comunidad científica, pues arrojó una prevalencia de 9,55% (la segunda más alta de todo el mundo) y una proyección de duplicación del número de contagiados cada diez meses.

Entre las explicaciones de la disminución de la prevalencia que ofrece Mario Comegna, autor de la última investigación, destacan dos: 1) probablemente buena parte de los pacientes diagnosticados en el primer estudio fallecieron y 2) la migración de la población indígena hacia otras regiones dentro y fuera del país.

Comegna recuerda que algunas comunidades warao, como Jeukubaka, fueron totalmente diezmadas por el sida. Confirmó a Salud con Lupa que los infectados por VIH no reciben un tratamiento integral.

Flor Pujol, viróloga molecular del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, explica que la asistencia espasmódica del Estado venezolano es contraproducente. “Si el tratamiento con antirretrovirales, que es de por vida, no se administra con regularidad, resulta peor que la enfermedad. Si lo comienzas a tomar, pero lo interrumpes, el VIH crea resistencia”, dice.

Perder hasta el nombre

Jacobus de Ward, del Instituto de Biomedicina de la Universidad Central de Venezuela, es coautor de un estudio epidemiológico realizado en 2013 y publicado en 2019 para determinar el Índice de Supervivencia Infantil de los waraos.

Las dos causas más comunes de muerte fueron gastroenteritis / diarrea (63%) e infección aguda del tracto respiratorio / neumonía (18%). Las muertes en niños menores de cinco años constituyen 97,3% de las muertes infantiles, 54% de las cuales ocurren en el primer año de vida.

El investigador dice que los waraos no le ponen nombres a sus hijos sino después de que cumplen cinco años de edad, por altísimo riesgo de “perder el nombre”.

El desarraigo que produce la migración forzada de los waraos incluye el desdibujamiento de su identidad como pueblo originario. Warao significa gente de agua. Cuando los integrantes de la etnia huyen de Venezuela pierden el hábitat que los define: el Orinoco, el río más grande del país.

Expulsado por la pobreza que desoló a Jebuna Banoko, la comunidad en Delta Amacuro donde nació, Epifanio Moreno ahora sobrevive en un albergue en Joao Pessoa, en el estado Paraíba de Brasil. Desde allí sigue entonando la joa…

Warao, jotarao, wabaetuma, kokotuka ma waraya.
(Los warao, los criollos, los muertos, todos me llaman)

Ta tiji ma kajotabuya, tamaja mejoroku bubu, bubu Brasil
(El fuerte me ordena, este pecho-boca aumenta, en Brasil aumenta)

Ma wabate, ine tara witu wate
(Moriré, con mucha fuerza cogeré)

Ma tejo ekidarone, ajaka eku ine jate ine.
(No tengo cuerpo, estaré en el viento)

Este reportaje forma parte del Programa Lupa, liderado por la plataforma digital colaborativa Salud con Lupa, con el apoyo del Centro Internacional para Periodistas (ICFJ).

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