Migrar y morir lejos de casa – Rostros de la Pandemia

Colabora: Administrador

Publicado: 13 Ago, 2020

ROMPEVIENTO/México.- La pandemia por la COVID-19 dejó mil 909 mexicanos fallecidos en Estados Unidos hasta la primera semana de agosto, la mayoría en Nueva York.

Al menos 245 urnas con cenizas de mexicanos y mexicanas que perdieron la vida por el nuevo coronavirus fueron repatriadas el pasado 11 de julio desde Nueva York por la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) en un vuelo especial de la Fuerza Aérea Mexicana, brindado por la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena). Mientras que el 24 de julio 5 urnas más llegaron a México desde Los Ángeles, California, gracias a un convenio de colaboración del consulado en dicha ciudad con Aeroméxico.

En el primer vuelo llegaron las cenizas de Jaime Solano Rosales, de 48 años de edad, trabajador migrante, originario de Tlapa de Comonfort, perteneciente al pueblo nahua de La Montaña de Guerrero, hijo, hermano, esposo, padre de cuatro hijas y un hijo.

Jaime Solano Rosales emigró hace 17 años de Tlapa, Guerrero, a Estados Unidos para que su esposa, sus cuatro hijas y su hijo tuvieran un plato seguro de comida en la mesa, así como la posibilidad de estudiar y juntar dinero para seguir construyendo una casa, donde planeaba vivir con su familia a su regreso. Jaime, el mayor de ocho hermanos, trabajaba como repartidor en un restaurante en Queens, Nueva York, aunque quería aprender de cocina.

“Allá trabajaba, mandaba para la escuela, la luz, el agua. Mis hermanas estaban estudiando su carrera, ahorita ya que están grandes, ya estaban estudiando su carrera. Mi papá es el que siempre les había ayudado. Pues ahorita ha sido muy feo porque a veces uno se va con esa ilusión de tener algo, de hacer algo, sin imaginar lo que puede pasar”, relata Leticia Solano Melo, la hija mayor de Jaime.

A mediados de marzo, cuando los casos de COVID-19 ya pasaban de los 40 mil y las personas fallecidas se empezaban a contabilizar en centenares en Estados Unidos, Jaime se enfermó. La ciudad de “La Gran Manzana” se volvió el epicentro mundial de la pandemia y para el 9 de abril se había registrado un récord de 799 muertes por coronavirus en un día.

Jaime hablaba con su esposa por teléfono todos los días, un día le avisó que se sentía mal, empezó con dolor en la garganta y luego en todo el cuerpo. A los tres días fue al médico, donde le dijeron que sólo se trataba de un resfriado, únicamente le recetaron un jarabe porque tenía mucha tos; al paso de los días la tos era incontrolable, le costaba trabajo hablar y le dolía el pecho. Una semana después fue al hospital, ahí le hicieron una prueba para saber si tenía infección por SARS-CoV-2, el resultado fue “positivo” y dado que los síntomas eran fuertes, tuvieron que internarlo en un hospital de Brooklyn.

Hasta el último momento Leticia y su familia mantuvieron la esperanza de que se recuperaría porque el pronóstico que dio la médica era favorable en tanto que Jaime era una persona joven y sin ningún otro padecimiento. Sin embargo, un mes después, el 13 de abril, falleció por un paro respiratorio.

Una de las hermanas de Jaime, con quien vivía en Queens, estuvo al pendiente de su salud y su cuidado, ella se encargó de enviar sus cenizas de regreso a Tlapa a través de la cancillería mexicana. A los tres meses exactos de que Jaime falleció, la noche del 13 de julio, Leticia acompañó a su mamá a recoger las cenizas de su papá a una funeraria de Chilpancingo. Ese día también acudieron otras cinco familias, algunas procedentes de Xalpatláhuac, Malina e Igualita.

Leticia cuenta que la urna con las cenizas de Jaime quedarán sepultadas en un panteón de Tlapa junto a las tumbas de sus padres, quienes fallecieron cuando él trabajaba en aquel país.

Ahora ella y su familia recuerdan a Jaime con amor, y rememora todas las veces que hablaba por teléfono con su papá, frecuentemente le preguntaba cuándo regresaría:

– Me voy en diciembre
– Pero ya pasó diciembre
– Ah, sí, ¿verdad? Pero no te he dicho de qué año.

Tras acordarse de que en sus respuestas a veces su papá bromeaba, su voz cambia y se vuelve acongojada, dice que él siempre trataba de animarlas porque “él era alegre, sus compañeros de trabajo aún sienten feo porque ellos lo veían a diario y mi papá jamás se metió en problemas allá. Era humilde, era una persona muy buena”.

Leti, como prefiere que la llame, recalca que lo recuerdan como una persona que siempre estaba contenta pese a los problemas que tuvieran que enfrentar: “Nunca demostró tristeza o enojo. Al contrario, siempre estaba contento, llegaba a leer a la casa, jugaba con nosotras. Fue un gran hombre, un ejemplo para nosotras”.

La joven también se acuerda que cuando ella era pequeña a veces no tenían para comer, su papá trabajaba abriendo las llaves de agua potable colonia por colonia, caminaba mucho, entonces en su memoria reaparecen aquellas veces en las que don Jaime iba a comer a la casa antes de seguir con su jornada de trabajo: “Llegaba, tocaba la puerta. Él tenía un sillón, llegaba y cuando estaba alguien de mis hermanas ahí en el sillón les decía ‘hija, te habla tu mamá’ y nos parábamos pensando que era cierto y él se sentaba ahí. Luego regresábamos y le decíamos ‘nos engañaste, no nos habla’, y se empezaba a reír porque él quería sentarse en el sillón”.

Él le contaba a su esposa que se sentía muy solo en Estados Unidos aunque vivía con su hermana y sus sobrinos, por lo que tenía intenciones de volver a su ciudad natal, pero las condiciones de precariedad y la falta de empleo en dicho municipio lo obligaron a permanecer en el país vecino. Leti enfatiza que todo el proceso de duelo desde que su padre falleció ha sido muy doloroso e inimaginable porque él ya no pudo conocer y abrazar a sus nietos. El llanto se vuelve a hacer presente, con el atento silencio que implica el luto también latente, la escucho.

“Que fue el mejor papá del mundo y siempre va a estar en mi corazón”, asegura Leti a los pocos minutos ante la pregunta expresa de qué le diría a Jaime donde quiera que esté.

De los mil 909 mexicanos fallecidos en Estados Unidos, 190 eran originarios de Guerrero, en su mayoría de la región de La Montaña, según registros de la Secretaría de los Migrantes y Asuntos Internacionales de Guerrero. Las cenizas de 23 de ellos ya fueron repatriadas al estado.

De los 8.6 millones de habitantes que hay en Nueva York, la ciudad más poblada de Estados Unidos, alrededor de 3.2 millones son personas inmigrantes, según la Oficina de Asuntos de los Inmigrantes de la Ciudad. Pese a que representan el 37.1 % de la población de la ciudad y el 44 % de su fuerza de trabajo, incluyendo 360 mil trabajadores indocumentados y 48 mil propietarios de negocios indocumentados, se siguen enfrentando al racismo y con ello, a la falta de acceso a la salud.

De acuerdo con el Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, sacerdotes católicos brindaron apoyo a migrantes mexicanos que se enfrentaron al coronavirus, específicamente a quienes se contagiaron y a las familias de las personas que fallecieron. Y tal como ocurre en la región de La Montaña, en Tlapayork, como se refieren a Nueva York quienes llegan de Tlapa, la solidaridad y el apoyo comunitario fueron la respuesta ante el dolor y la falta de recursos para enfrentar esta situación hasta donde fuera posible.

El deceso de Jaime y de los casi dos mil migrantes en territorio estadounidense impacta principalmente a sus familias, pero también a sus comunidades, como ocurre sobre todo en los pueblos indígenas, donde la organización comunitaria es la base de su estructura social, económica, política y afectiva.

La COVID-19 agravó la precariedad laboral, al igual que la crisis en materia de salud y alimentación que ya existía en La Montaña de Guerrero, como en otras partes del país, lo que se junta con la falta de respuesta de autoridades y de dependencias como el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas.

Aún hay familias que esperan el retorno de los restos de sus seres queridos, por lo que la Cancillería y su red consular en Estados Unidos seguirán con las gestiones necesarias para asistirlas con sus peticiones.

Conoce la historia completa de Jaime a través de la voz de su hija Leticia:

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