RCN/Colombia.- La primera, la muerte de una de sus hijas; la segunda, la imposibilidad de enterrarla como lo dictan sus costumbres.
Surelis murió en un hospital de Bogotá, su familia lucha por llevar su cuerpo a territorio ancestral wayúCortesía
Surelis Carolina González González entró al hospital de la Victoria, en el sur de Bogotá. Provenía de La Guajira afectada por una preeclampsia que ponía en riesgo su gestación de 36 semanas. Durante el tratamiento se le realizó una prueba para COVID-19, con resultado resultado positivo.
Los médicos lograron salvar la vida del bebé, pero la joven mamá falleció días después. Carmen Pimienta Cotes, de la comunidad wayúu, cuenta detalles de la historia.
“Surelis duró muchos días en unas condiciones críticas, todos los días se agudizaba más su situación, se ponía más delicada y tuvo problemas con los riñones, tuvo problemas de edemas en el cerebro. Su situación de salud se puso cada vez más critica”, relata.
“Cuando entran en una primera prueba de COVID sale negativo; después, días antes de fallecer le hacen otra prueba sale positivo. La mamá se desplaza hacia Bogotá con una hermana y en estos momentos su familia está en Bogotá y dicen que no se van a La Guajira sin el cuerpo de su hija”, asegura.Audio
Así fue como Aurelia, la mamá de Surelis, una mujer humilde de una ranchería costera, comenzó a transitar sobre dos tragedias: además de que su hija había muerto, tal vez no podría devolver su cuerpo a La Guajira, aun cuando lo exige su tradición ancestral.
Sin hablar español, sin recursos y con la ayuda de la comunidad de este pueblo en Bogotá, doña Aurelia ha pasado los últimos días tocando todas las puertas que le permitan llevar el cuerpo de su hija por mil kilómetros, hasta su tierra.
José Alberto Martínez ha acompañado a esta mujer a cada paso y advierte que “no cuenta con ese recurso para tener estabilidad en la ciudad de Bogotá. Es realmente crítico porque hay que tocar puertas a las personas para que nos ayuden, necesitamos entes que puedan sentirse en los zapatos de nuestra mujeres wayúu en este tipo de situación».
Añade que “entonces es una controversia porque realmente en estos momentos hay una mamá que lucha, poco habla el español y vino desde muy lejos y hemos tratado con los entes gubernamentales con el gobierno la secretaría de salud distrital de manera que nos puedan colaborar para poder repatriar el cuerpo de esta joven de tan sólo 17 años».
Su tragedia personal está en el medio de las tradiciones wayúu y los procedimientos de salud pública que estipulan restricciones a los fallecimientos por COVID. Aunque permiten que los fallecidos de esta etnia no sean cremados, para respetar sus costumbres, la posibilidad de traslado del cuerpo no está clara.
Consultamos al Ministerio de Salud, entidad que reporta que no buscan contravenir las tradiciones de la joven y su familia, pero parte de su misión está en salvaguardar la salud pública.
Por su parte, el Distrito asegura que el problema es que no hay funerarias habilitadas para hacer el traslado por medio país.
También consultamos a una funeraria del norte de Colombia y nos confirmó que la norma vigente por la pandemia solo permite hacer traslados entre departamentos fronterizos.
“No ha habido el primer caso a nivel de Bogotá de un indígena que venga de tan lejos como ella, entonces no hay un plan de contingencia elaborado por el Gobierno Nacional, por el Ministerio de Salud, en donde puedan prevalecer los derechos fundamentales de los pueblos indígenas”, sentencia el líder.
Sus familiares en La Guajira están esperando el cuerpo para rendirle los ritos necesarios y despedirla en su territorio ancestral.
Cuenta la tradición wayúu que luego de varios años de que los cuerpos son enterrados en el cementerio familiar, su alma se traslada a la Jepira, lugar de los muertos sagrados, en el Cabo de la Vela. Solo allí descansará, por eso en su ranchería la esperan.
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