OPINIÓN/Bolivia.- En medio de la crisis sanitaria ocasionada por la pandemia del coronavirus COVID-19 y ante la falta de apoyo estatal para la prevención y tratamiento de la enfermedad, muchas de las comunidades indígenas de tierras bajas se han visto obligadas a buscar sus propias maneras de combatir la pandemia.
Gracias al apoyo del Fondo National Geographic de Emergencia COVID-19 para periodistas, el fotógrafo boliviano Manuel Seoane estuvo de visita en algunas comunidades del Territorio Indígena Multiétnico (TIM) y la subcentral del Territorio Indígena Mojeño Ignaciano (TIMI), del departamento del Beni, registrando imágenes y testimonios sobre las medidas adoptadas por dichas comunidades para enfrentar la enfermedad.
TESTIMONIO DE BERNARDO MUIBA, PRESIDENTE DE LA SUBCENTRAL DEL TIM
Cuando empezó la pandemia la gente decidió quedarse en sus comunidades, en sus chacos. Ahí, nosotros comenzamos a movilizarnos, buscando a los abuelos para consultarles cómo podíamos tratar la enfermedad cuando esta llegara. Ellos tenían conocimiento y experiencia porque en el pasado habían combatido el cólera y el paludismo, usando la medicina natural. Así fue que generamos información sobre las plantas que se podían usar. A su vez, gracias al apoyo del CEJIS se crearon capsulas informativas sobre cómo podíamos protegernos, hechas en idioma trinitario, ignaciano y chimán, que fueron transmitidas diariamente mediante un convenio con Radio San Ignacio y que llegaban a casi todo el territorio. Esa fue la manera de informar a las comunidades. Sin embargo, el virus igual entró con fuerza y la mayor parte de la gente del territorio se contagió. Mi persona, junto a la dirigencia, estuvimos visitando todas las comunidades, acompañando, ayudando, llevando algún medicamento que se tenía. ‘No queremos acudir al centro de salud, si ni siquiera hay médicos, ir al hospital es ir a morir nomás, en casa nos vamos a curar’, nos decían. Entonces nos mostraban sus jarabes que habían hecho, nos decían los ingredientes e incluso nos regalaban algunas botellas para llevar a otras comunidades. Cada receta era distinta, pero en general se preparaban con jengibre, hoja de guayabo, piñón, miel de abeja, piel de toronja, lima agria, limón, caracoré, hortelana, motocutuqui, albahaca, cuatro cantos, matico, eucalipto, etc.
También, se usaba alcohol quemado y tabaco para frotar el pecho. En fin, diferentes tratamientos. Así, poco a poco le perdimos el miedo a la enfermedad.
Puedo decir que la medicina tradicional nos salvo a los pueblos indígenas, aunque el gobierno se hizo la burla al decir que no sirve, a nosotros eso fue lo único que nos sirvió. Solo murió un hermano en todo el territorio, era un profesor que no quiso consumir los jarabes, prefirió ir al centro de salud COVID y ahí falleció. Incluso, la gente comenzó a vender los jarabes, que eran muy solicitados en la ciudad, se vendían a 70 bolivianos la botella, con eso también la gente recuperó algo para su economía. Lo bueno es que al final hemos superado y más bien nos ha fortalecido como comunidad. Ahora estamos mejor organizados ante el abandono de las autoridades. Seguimos vivos, hemos recuperado el conocimiento ancestral y nos vamos a restablecer.
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