“Hubo vidas que nunca regresaron”

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Publicado: 27 Oct, 2020

ELPAÍS/Brasil.- La región Aquidauana, en el estado brasileño de Mato Grosso do Sul, concentra la mayor incidencia de muertes indígenas por covid-19. Un total de 58 personas infectadas por el nuevo coronavirus han fallecido hasta ahora en el Estado, 26 de ellos solo en esta región, según datos oficiales del Ministerio de Salud. Allí, el pueblo terena se enfrentó, entre agosto y septiembre, a la cara más dura de la pandemia. “Hubo vidas que nunca regresarán, que no tienen regreso. Los ancianos que perdimos son nuestra historia. ¿Y ahora?”, se pregunta el líder comunitario Alcery Marques Gabriel.

Este pueblo indígena, como tantos otros en Brasil, está acostumbrado a que el acceso a la atención médica no sea sencilla: no solo por las largas distancias que deben recorrer entre sus poblaciones y las áreas urbanas donde se encuentran los hospitales y centros de tención primaria, sino también porque los recortes presupuestarios y la falta de médicos les afecta especialmente a ellos, habitantes de las áreas más remotas del país. Todas estas dificultades les impiden en muchas ocasiones llegar a tiempo a un tratamiento médico para salvar su vida. Y la situación se ve ahora exacerbada debido al impacto de la pandemia.

Su estado de salud es otra dificultad añadida, ya que la alta prevalencia de comorbilidades presentes en muchos individuos les expone a sufrir las versiones más graves de la covid.19. Principalmente padecen hipertensión y diabetes, dos enfermedades que antes no existían para ellos, pero que ahora son habituales a causa de los cambios que ha sufrido su estilo de vida en los últimos años: el mayor consumo de alimentos ultra procesados e insanos y el sedentarismo son algunos de los mayores enemigos de los indígenas del siglo XXI.

Esta situación crítica atrajo a profesionales de Médicos Sin Fronteras, que comenzaron a instalar clínicas móviles y a enviar profesionales de la salud para que realizaran visitas domiciliarias. La intensidad de este trabajo, que comenzó hace más de un mes, cambió cuando los casos de contagio fueron reduciéndose. Ahora, los profesionales de MSF trabajan principalmente en la formación de trabajadores sanitarios de los pueblos y en la atención a la salud mental. También están tratando de mejorar el suministro de agua y el saneamiento en las aldeas, una estructura importante también para prevenir el coronavirus.

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