La Milpa, sustento de seguridad alimentaria en México.

Colabora: Administrador

Publicado: 15 Nov, 2020

Escrito por Angélica Telles Rojas

México por sus características cuenta con todos los climas y territorios diversos capaz de proveer alimentos a sus habitantes, de ahí la importancia de tener una Seguridad Alimentaria y Nutricional- (SAN), optima que comprenda: disponibilidad, acceso, garantía de consumo, aprovechamiento, calidad nutrimental y el suministro idóneo, acompañado de una implementación de políticas públicas, que la garanticen. recordemos que no es lo mismo alimentarse que nutrirse con buenos o malos hábitos, si hay un desequilibrio en alguna de ellas, se refleja en el buen vivir. De ahí que haya un antes y un después de la pandemia del COVID 19, lo leeremos a continuación en poblaciones donde los habitantes son indígenas.

Los factores para lograr el buen vivir en la población, deben ser cambios sociales y económicos: Los sociales están en cambio constante debido al confinamiento obligado más no oficial de 230 días a la fecha, sin poder movilizarse, para ir a desarrollar las actividades escolares o de trabajo u ocio.

La COVID-19 está cambiando todo lo antes dispuesto o previsto, la mayoría de los entrevistados señala; que para bien. Si bien en lo económico afectó a la mayoría de los habitantes de esta zona, ya que viven al día. Sino trabaja no come, aunque tenga terreno, la globalización obligó a que solo tuvieran que trabajar, obtener dinero por ello y comprar lo que las trasnacionales les ofrecían para comer en donde es más barata la comida rápida, que la cultivada o sustentable y orgánica.

Pero la pandemia cambió eso, ya que al estar en casa con tiempo libre optaron por regresar al cultivo de la Milpa y Hortalizas, no es casualidad que la crisis de salud llegará al inicio del ciclo de siembra y que ahora ya se vean sus frutos, dejando de comer comida chatarra y rica en carbohidratos.

Las políticas implementadas en pasadas administraciones, privilegiaban la entrada de trasnacionales y con ello una política de paternalismo hacia ellas, dejando en la indefensión a la población con malos sueldos, ayudas de dinero o despensas que les permitían esperar cada mes el apoyo y trabajar en empleos mal pagados haciendo de ello un círculo vicioso, que no les permitía ver que todo lo que necesitan para vivir se encuentra en su entorno.

Sin en cambio esta administración llamada (4T) Cuarta Transformación, está haciendo cambios para que se generen autocultivos y que se privilegie el comercio local, además de seguir dando ayudas en dinero y despensas ahora es directamente a los beneficiarios, quitando a los intermediarios, esto tiene como finalidad privilegiar el autoconsumo en las comunidades, aunque en las grandes ciudades se seguirá permitiendo la entrada de trasnacionales como se ve reflejado en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) firmado por México, Estados Unidos y Canadá.

Estas acciones arriba descritas nos llevan a ofrecer testimoniales de personas que viven en zonas indígenas y nos dicen cómo han vivido la pandemia y qué ha cambiado. A continuación, hablaremos del municipio de Santiago Tianguistenco, del Estado de México en donde la mayoría de pueblos y comunidades, es indígena, ahí nos encontramos con Rosalino López Alvarado representante del Consejo Indígena del Trueque que conjunta a 8 municipios, 20 comunidades de los alrededores, teniendo un promedio de 140 afiliados.

Resurge en el 2001 derivado de un operativo en el mismo año, en donde el entonces presidente municipal Alejandro Olivares, quería desaparecerlo ejerciendo vejaciones a los derechos humanos y haciendo uso de la fuerza pública el tianguis del Trueque logró reorganizarse, se pidió el apoyo de la CNDH Comisión Nacional de Derechos Humanos, que hizo una recomendación al presidente, ejército y seguridad pública para que los dejara limpiar el monte y juntar la leña muerta, para intercambiarla por artículos básico llevando el sustento faltante en sus casas. El tianguis del trueque es un ente de buenas prácticas del (SAN) logrando la autonomía alimentaria con una gran calidad de nutrientes y sobre todo sustentable. conformando una entidad económica de facto, beneficiando a familias de los municipios circunvecinos.

Cabe resaltar que esta organización es autónoma no recibe ayuda de ninguna dependencia del gobierno y es antecedente y base del que se llevaba a cabo en Tlatelolco y que dejan como un legado los ancestros y abuelos habitantes del municipio.

Es tal la importancia del tianguis del trueque, que cuando inicia la pandemia de la COVID-19, fue base y sustento de los habitantes del municipio que guardando las medidas, lograron satisfacer sus necesidades y duplicó la asistencia para realizar el trueque, con las personas que no tenían trabajo, cabe señalar que el mismo tiene reglas como hacer jornadas de trabajo que consiste en dejar limpio el espacio donde se hace el intercambio, hacer faenas, utilizar el cubrebocas y sobre todo no distorsionar el origen del mismo.

Por otra parte, la señora María Feliz Alcántara Cantinca originaria de la comunidad de Tlacomulco, Santiago Tianguistenco, Estado de México, nos señala que ella y su familia se dedican a la actividad del campo siembran su parcela y la milpa. Nos habla del costo que tiene la leña un palo delgado cuesta el equivalente a 1 peso, una rama gruesa 2 pesos, una carga de troncos cuesta 300.00 y esta le sirve para intercambiarlos por verduras, ropa, zapatos o por un taco de barbacoa que equivale a 20 palos, y en caso de haber poca mercancía para intercambiar, se regresan con su leña y se atienen a lo que lograron intercambian, claro sin dejar de lado que tienen el sustento de la milpa y el trabajo de los hombres en el campo, que se alquilan para realizar faenas, lo que dejo muy claro es que están organizados muy independientes y que no aceptan la ayuda de nadie mucho menos del gobierno para no perder su autonomía. Finalmente señala que no tienen una planeación a corto mediano y largo plazo, que los problemas se solucionan conforme van saliendo.

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El señor Pedro Canicio Alonso Ortiz, de San Bartolo del Progreso acude junto con su familia a intercambiar tlacoyos, tortillas y pulque, que produce en donde vive, él nos indica que, en el mercado del trueque, se fijan preferentemente que la comida que se intercambia sea higiénica, sana y nutritiva, ahí se encuentran quelites, nopales, arroz, huevos cocidos, carnitas, barbacoa llevan habas y que generalmente conocen a quien cambia sus productos y lo que guisan. Señala enfáticamente que en su comunidad no hay una organización comunal como tal, sino que se organizan por familias, ellos ven lo que les hace falta, lo que pueden producir y comprar el faltante, no se separa el trabajo por sexos, todos le entran al trabajo conforme se necesita, solo las mujeres hacen el trabajo de la casa, las tortillas, la comida mientras que los hombres y jóvenes se alquilan para trabajar. Finalmente señala que la verdura que producen está libre de químicos y que, para el maíz, solo utilizan: 1846, fertilizante rico en fosfato, potasio, nitrógeno y Urea.

Finalmente platicamos con la señora Agustina de la Cruz Monroy ella es una mujer muy animosa que le gusta lo que hace, vivir en el campo y pertenecer al Consejo Indígena del Trueque porque se abastece de todo lo que le hace falta para la semana y con lo que siembra, completa la alimentación de la familia, nos platica que con la COVID 19 se vio mucha afluencia de personas que no tenían trabajo y por tanto se terminaba todo lo que traían para intercambiar, y sobre todo que tiene sentido de pertenencia en el lugar donde vive, han logrado tener un alto grado de solidaridad y es un grupo muy compacto que acude a cualquier llamado que se les hace, como el cosechar en comunidad, hacer construcciones en beneficio de toda la comunidad, limpiar espacios comunes

La Pandemia del COVID 19, trajo unión familiar y una alimentación sana

Ahora nos ubicamos en Pueblo Nuevo comunidad de Acambay, Estado de México, ahí encontramos a Maricela Flores Garduño, quien nos hablará de otro contexto que es muy común en el centro del país, ella vive en una comunidad otomí en donde la actividad local preponderante es el trabajo del campo y cuando no es temporada de siembra o cosecha,  los hombres salen a trabajar fuera, generalmente en grandes ciudades en la industria de la construcción y las mujeres salen a desarrollarse en el trabajo doméstico, pero por causa de la pandemia, COVID19, las actividades económicas se vieron interrumpidas, haciendo que se quedaran en casa, y volvieron al trabajo del campo, sembrando maíz, frijol, haba y trigo, reactivando la economía local porque ya no compraban sus productos en los lugares donde trabajaban sino en las tiendas del pueblo, dejaron de consumir productos  altos en carbohidratos y aumentó la alimentación SAN.

La pandemia les trajo la recuperación de la conexión con la Pachamama y explica que la forma en que se siembra tiene un propósito que es parte de la herencia de generación en generación, con una tradición oral que comparten los abuelos y es la relación de la siembra del maíz, frijol, haba, calabaza y trigo aprovechando los ciclos propios de la naturaleza, generalmente en los ciclos de temporal se siembra  el maíz blanco, los colores son importantes, el blanco tiene mayor peso y llena más, el rojo, azul, negro son complementarios y es un lujo comerlo, el maíz amarillo se ocupa para el forraje molido y se les da a los animales, gallinas, becerros, toros, el trigo se utiliza para complementar la tortilla también se siembra al último y se dice que el maíz, se protege con las hierbas que se siembran alrededor de las milpas, y eso impide que haya maleza en la milpa. Nos dice que los abuelos se sienten tristes, porque no utilizan la semilla criolla, y que busquen semillas mejoradas. Algunos las prefieren, aunque no den semilla, pero les aumenta la producción.

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Lo que también se ha aprovechado son,  las buenas prácticas que llevan en la comunidad como es el poner a secar la cosecha generalmente se pone en el patio al cosechar el maíz, lo limpian y lo vacían en el Xincolote, una vez que está seco lo varillan y soplan para limpiarlo posteriormente lo almacenan en el cuarto destinado para ello, pero también, otra buena  práctica son los cursos de cómo limpiar la verdura y guardarla, aprovechan el pozo de la localidad, para la limpieza y se lavan a menudo las manos. Otra práctica es hacer cumplir el horario para comer o hacer diversas actividades como las clases virtuales y esta práctica es para todos los habitantes en las casas, ayudando a mejorar la vida de las familias en la comunidad evitando la comida chatarra. Esas han sido una de las practicas que han ganado en esta pandemia.

Lo importante ahora es el consumo local, los huertos familiares, la capacitación que tienen para mejorar el cultivo de hierbas aromáticas, medicinales de los huertos frutales Maricela señala que le da mucho gusto el ver la cosecha y comérselo sabiendo lo que se está comiendo, porque ella lo cultiva, las organizaciones nos apoyan capacitando y lo importante es que ya no gastan para ir al mercado regional a comprar las legumbres, porque se acercan los vendedores a las casas. También se buscan entre vecinos y se compran lo que producen siempre cargan con su cubrebocas y tienen su gel desinfectante.

Algunas autoridades de la comunidad han llevado a organizaciones de la sociedad civil para enseñarles a tener una casa fuera sustentable, tener animales y hierbas finas, verduras, las y los jóvenes se están preocupando por aprender cómo se cosecha y los señores se les ve lavar su ropa, hacen la comida

La mujer en la comunidad, ha influido en toda la actividad,  las mujeres asumen su maternidad, en soledad, porque deciden dejar a la pareja y dedicarse a la familia, y ahora con la pandemia llevan cuatro jornadas, el cuidado del hogar, la familia, hacer la comida, hacerse del sustento para darle de comer, revisar las tareas, son las que participan en los cargos religiosos y solo las abuelas alzan la voz en cuestiones políticas, así que es la mujer la base económica para la familia, lo que hay que notar es que las mujeres ya están empoderadas y ahora ya no solo hacen el quehacer y las mujeres ya no están dispuestas a acatar la orden, ya trabajan en el gobierno se capacitan en sexualidad, oficios y desde pequeñas ahora ya se preocupan por vivir, viajar y no se dejan mandar.

Las y los delegados, fiscales cuidan y organizan las actividades políticas y sociales como las fiestas comunales, que no se han dejado de tener fiestas religiosas y pasan la información que necesitan a la población ven el beneficio de sus representantes, gestionan apoyos como el encementado o para hacer reforestación desde luego con la debida distancia y el uso de cubrebocas y el lavado de manos. Y saludan con el sombrero o con el codo y el pie, en esta nueva normalidad, así es como se vive la pandemia del COVID 19 en las comunidades indígenas del Estado de México.

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