Por: Irma Alicia Velásquez Nimatuj
El Periódico (11 abril 2020).- Conforme pasan los días el coronavirus continúa su avance y ha llegado a las comunidades indígenas de Guatemala, frente a esto, nada está escrito pero es seguro que de llegar a infectar a los sectores vulnerables las muertes se contaran por miles, porque son sectores poblacionales que el sistema económico prevaleciente en el país, los ha mantenido al filo de la sobrevivencia, con altas tasas de desnutrición, principalmente en ancianos y niños, sin servicios básicos como agua potable, alcantarillado, letrinas adecuadas y menos centros de salud que posean personal de planta, no digamos equipo adecuado para atender a las personas que lleguen a infectarse.
En vivo estamos presenciando cómo las clases medias de Italia, España y ahora de Estados Unidos han sido golpeadas rápidamente, a extremo que el promedio de muertes, en cada uno de esos lugares, no baja aún a 500 diarios. Si esos países con sistemas de salud que intentan apoyar y atender a la población con todos los recursos nacionales que poseen se han visto rebalsados ¿Qué les espera a las poblaciones indígenas de Guatemala que no tienen acceso a hospitales dignos y que no podrán soñar con que les asignen respiradores?
A pesar de que este virus está mostrando que en Europa el factor de clase no evita el contagio, en América Latina, por el contrario, seremos testigos de cómo la clase social sí será un factor determinante para ser atendido o acceder a servicios médicos de primer nivel. En Guatemala es público que miembros de las familias de la oligarquía que han sido infectados están siendo atendidos en hospitales privados y no han sido recluidos en los hospitales que el presidente Alejandro Giammattei ha levantado para la población en general. Esto indica que los indígenas tienen más probabilidad de morir, sin ni siquiera saber que murieron de coronavirus porque no han sido testados ni serán testados, porque el gobierno no posee pruebas suficientes para las poblaciones que viven en el interior del país y que no están en las ciudades.
En casos como Guatemala, donde la concentración de la riqueza es absurdamente desproporcionada, dado que el 10 por ciento de la población concentra el 45 por ciento de la riqueza total que el país genera, mientras el 80 por ciento de la población indígena vive con menos de 3 dólares diarios, este último sector no podrá acceder ni pagar hospitales privados.
Frente a la muerte que trae consigo el COVID -19, lo que les queda a las comunidades indígenas es recurrir a la sabiduría ancestral, a los conocimientos de sus pueblos y al uso de sus técnicas de salud que han permitido su sobrevivencia a lo largo de los siglos de colonialidad.
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